jueves, 31 de enero de 2008

El mito de la Isla de Pascua

La Isla de Pascua es un lugar que encierra muchos misterios. Es conocida por sus moai, que son las gigantescas efigies de piedra, con forma humana y con una suerte de sombrero cilíndrico. Estas figuras miran hacía el cielo (foto), como esperando algo o alguien que tiene que llegar, es acá donde puede decirse que está el punto de partida de nuestro mito.

Durante los años 30, un astrólogo francés, Dom Neroman, sostenía que este misterioso lugar estuvo habitado por una civilización de origen hindú, instruída en los secretos del Cosmos y con la capacidad de crear polos positivos - estos atraían ondas buenas-, y polos negativos, para atraer las malas.

El arqueólogo Henry Lavachery, manifestaba que la Isla de Pascua había tenido una especie de escuela de las estrellas, donde educaban a los elegidos sobre los peligros y beneficios de los astros.

Lo descubierto por Thor Heyerdahl, explorador noruego, podría ser tomado como prueba de esto último, debido a que él encontró algo así como un observatorio solar, en la cumbre del volcán Rano Raraku.

Ahora les damos este testimonio del antropólogo William Mulloy en los años setenta: "la Isla de Pascua es uno de los lugares más aislados del mundo, y sin embargo, con una población que nunca superó los cuatro mil habitantes, encontraremos contrastes de complejidad cultural, textos que no están relacionados con ningún material escrito exterior, una política capaz de planificar y coordinar las obras públicas, un sacerdocio organizado y un interés en fenómenos celestes como los equinoccios y los solsticios". Para Mulloy, la Isla de Pascua fue habitada por seres extraterrestres. Seres que quizá hayan venido de otras galaxias.

Y es probable, dado que muchas leyendas cuentan que un día al año, el sol penetraba hasta el interior de las gigantescas figuras y les daba vida para que éstas se trasladaran al lugar asignado. Por esta razón cuando a los pobladores se les pregunta "¿cómo llegaron a ese lugar las figuras?", ellos como toda respuesta dicen "a pie".

Entonces, ¿las enormes estatuas esperan realmente a alguien como manifiestan sus claros gestos de mirar al cielo? ¿Aguardan quizá por alguna nueva civilización más inteligente y evolucionada que la nuestra, la cual cuando llegue intentará hacernos cambiar para que seamos mejores? ¿O tal vez lo que quieren anunciar es una invasión extraterrestre para quedarse con nuestro planeta? Pero, ¿cómo descartar también que todo sea pura casualidad y las efigies hayan sido construídas sólo como un atractivo del lugar sin dar lugar a ningún mensaje intergaláctico?

Todas estas preguntas todavía no tienen respuesta, lo que tampoco sabemos es si algún día la tendrán.

miércoles, 30 de enero de 2008

El taxi de la muerte de Chacarita

Por las calles del barrio de la Chacarita hay quienes dicen que en lo alrededores del cementerio de aquel lugar hay un taxi, pero uno muy particular: esta taxi sólo recoge gente que salga del cementerio de la Chacarita para converitrlas en cadáveres luego de que visitan las tumbas de sus seres queridos.

En 1978 un periódico de barrio ya desaparecido (Todo Real), publicó una noticia donde afirmaba que un hombre encontró una señora, muerta, sobre la lápida de su madre. Los médicos afirmaban que la mujer tenía una depresión profunda causada por el fallecimiento de algún ser querido, en este caso su mamá, pero sin embargo, ciertos dichos de vecinos que hacen referencia a un mito barrial hacen dudar sobre lo que realmente le pasó a la víctima, identificada como Felipa N. Hosperttato.

La leyenda cuenta que la mujer en cuestión estaba cansada y no quería caminar las cuadras que la separaban de la parada del colectivo, decidió tomar un taxi. Enseguida divisó uno que venía, lo paró, se subió. Le indicó al chofer la dirección y se sumergió en recuerdos de cuando su madre estaba viva, esto le impidió distinguir la palidez del conductor o el lentísimo cabeceo con que respondió al escuchar la dirección.
De repente comenzó a sentir un frío, un frío que nunca antes había sentido, estaba todo demasiado helado. Quiso cerrar la ventanilla y estaba cerrada. Fue entonces cuando prestó atención a ciertos rasgos físicos de quien iba al volante. Le quiso hablar pero se quedó sin palabras al ver las manos flacas, con la piel casi pegada a los huesos, prácticamente blancas del chofer. Cuando quiso verle la cara a través del espejo delantero, no pudo, pues estaba acomodado de tal manera que sólo se veía el asiento vacío al lado del taxista.
Entonces le habló: "perdón", no obtuvo respuesta, insistió y el hombre continúo mudo. Cuando levantó su mano para tocar el hombro del conductor se asustó: la propia mano de Felipa era la de un muerto, era igual a la del taxista, pálida, flaca. Comprobó que su otra mano era igual. Pegó un grito cuando vio reflejado en el cristal lo que parecía el rostro del cadáver de una mujer y más cuando constató que ésa era su imagen. Al intentar llorar, no pudo.
Luego de esto el taxi paró y Felipa vio que habían terminado en el mismo lugar donde comenzaron: el cementerio de la Chacarita. No le preguntó al extraño hombre el porqué de la parada, voces desde el interior, de entre las lápidas la llamaban porque ella ya era una más de ellos, de los muertos.

Hay taxistas que hablan sobre un "rarito" que nunca se baja a juntarse con la muchachada, ni a comer algo sale del taxi. También la patente es escalofriante: RIP 666. Rip: tumba y 666 el número con que se lo identifica al diablo.

También un hombre asegura haberse salvado al ver a su padre muerto en una bicicleta, hecho que lo devolvió a la realidad, prestó atención al conductor y se tiró. Este hombre afirma que el misterioso hombre lo miraba siempre después de este suceso. Una semana más tarde de brindar el testiminio, dicho señor murió.

No se sabe a ciencia cierta si esto es verdad o mentira, tal vez nunca lo sepamos, pero por las dudas, cuídense si andan por el la zona del cementerio de la Chacarita.

Adaptación libre del libro: Buenos Aires es Leyenda, escrito por Guillermo Barrantes y Víctor Coviello.